«Mis propios amigos la llamaban en bromas ‘Mokordo Enea’, aunque sabían que era mi padre el constructor de aquel edificio y el promotor que apostó por colocar en la fachada una escultura tan original y de vanguardia», recuerda hoy con una sonrisa Antxon Areizaga. Su padre, Juan José Areizaga, histórico constructor de numerosas edificaciones en Gipuzkoa, fue quien encargó al escultor Remigio Mendiburu una obra que hace cincuenta años pocos entendían y hoy forma ya parte del paisaje donostiarra, en plena Avenida de la Libertad. Fue una apuesta de riesgo consolidada con el paso del tiempo, aunque muchos de quienes hoy pasan ante el edificio ignoran la original historia y personalidad de esta escultura.
‘Herri Txistu Otza’ es una de las obras más conocidas de Remigio Mendiburu (Hondarribia, 1931 – Barcelona, 1990), artista que formó parte del grupo Gaur y está considerado como uno de los grandes escultores del siglo XX. La gestación de esta operación artístico-urbanística sorprendió en su momento a todos, incluido él mismo, según recuerdan hoy quienes vivieron de cerca aquel proceso.
En ese solar de San Sebastián junto al Urumea, en la esquina del Paseo de los Fueros y la Avenida de la Libertad, había hasta finales de los años 60 otro viejo edificio. Areizaga lo compró y promovió la construccion de uno nuevo de la mano del arquitecto Peio Aristegui, según los planos que maneja Antxon Areizaga, hijo del constructor y responsable junto a sus hermanos de la actual agencia inmobiliaria Areizaga. «Cuando se terminó la obra vieron que la fachada que daba a la Avenida se prestaba a algo distinto», rememora.
Y surgió la idea de una escultura. Juan José Areizaga tenía entonces una tienda de muebles con una galería de arte, Huts, por la que pasaron buena parte de los creadores emergentes de aquella época. Se inauguró en 1968 y estuvo abierta hasta 1972. Uno de los entonces colaboradores del constructor sugirió el nombre de Mendiburu. «Se lo planteamos al artista y aceptó encantado», desvela aquel hombre clave que ahora prefiere no ser citado.
Una veintena de tubos
El escultor de Hondarribia realizó una primera maqueta, de apenas medio metro de altura, que el constructor guardó siempre en su despacho y muestra ahora en este reportaje su hijo Antxon por primera vez. Ahí se ve bien el embrión de lo que luego, en 1971, colgaría de la fachada en grandes dimensiones: ‘Herri Txistu Otza’ está configurada físicamente mediante una veintena de tubos de acero inoxidable, tratados al fuego de soplete y sujetados a la pared mediante piezas metálicas tubulares rectas de menor sección. Fue realizada en el taller de Luis Romero, colaborador habitual de otros artistas como Jorge Oteiza.
El conjunto alcanza una altura de 16 metros. «Viene a representar, en una suerte de abstracción lírica, el sonido ascendente que saldría de un hipotético txistu», dicen los estudios sobre la obra. Juan Pablo Huércanos, subdirector del Museo Oteiza y especialista en la obra de Mendiburu que prepara ahora un amplio trabajo sobre el artista, destaca que se trata de una obra muy representativa de aquel período del escultor, «un momento en el que trataba de dar ‘fisicidad’ a ideas no materiales o a conceptos como el sonido del txistu».
La gran escultura, de 16 metros de altura, representa el sonido ascendente que saldría de un hipotético txistu
La colocación de la obra no fue fácil. Se instaló un gran andamio de madera en una operación de la que dejó constancia Felipe Gurrutxaga en una filmación hoy conservada en la Filmoteca Vasca. Y ya colocada se desató el debate ciudadano.
La curiosidad popular
«Fue la escultura de los mil motes», bromea el colaborador de Areizaga que estuvo en el inicio del proceso. « Se hablaba de las txistorras, los chorizos, los tubos… Pocos sabían que se trataba de una ‘deconstrucción’ del txistu. Pero ahí sigue». De los vecinos de ese inmueble no constan reacciones.
Antxon Areizaga también recuerda los múltiples comentarios que suscitó la escultura. «Un día que pasaba yo por la calle escuché a dos señoras observando la fachada y comentando que ‘era un sistema moderno para sacar la basura de los domicilios’. Fue incomprendida pero luego se asentó, y hoy la familia estamos orgullosos de la visión que tuvo nuestro padre por hacer algo distinto en un tiempo en que las innovaciones no siempre eran bien entendidas». Areizaga falleció en 2017 con más 91 años. Entre sus iniciativas figura promover el traslado de las torres de Arbide, piedra a piedra, desde el Paseo de los Fueros hasta Miramon.
Es tiempo de reinvindicar esa escultura y la obra en su conjunto de Mendiburu, prematuramente fallecido pero autor de una larga trayectoria. Varias de sus esculturas están en los museos más destacados y en parajes naturales de todo el País Vasco. Este ‘txistu’ cumple medio siglo y quienes pasan hoy por delante, en una arteria tan significativa como la Avenida de la Libertad, ya tienen motivo para levantar su mirada con interés.
Noticia publicada en El Diario Vasco.